Punto de partida y regreso: Costa Rica

por Carmen Naranjo

En cualquier parte del mundo
amanezco y anochezco
costarricense
con esa forma cortés
que cree en lo bueno
y sigue creyendo
después de la burla
y de la estafa.
No podría inventar mi tierra
porque la llevo
enredada en el alma.
No soy consciente
de lo que es ser costarricense
pero inconscientemente
por cada poro se me sale
y hasta sueño universos
con sus siluetas de montañas.
Cuando veo un mapa
siento que todo el país
me cabe en el puño cerrado
aunque sea una tierra
con la mano abierta.
No sé ni me importa
como la ve un extranjero.
Sé que es mi paisaje
el lugar donde duermo
y a veces oigo que me
canta canciones de cuna.
Hay días que me levanto
para admirarla
y se me hace luz
y fiesta de lluvias.
Hay días que no la veo,
la habito como la casa propia
que a veces no se siente.
Otros días se me hace silencio
y me agobia
con su mecanismo de cosa conocida.

Desde el avión es continente
y de regreso rincón dulce.
Dicen que somos mediocres
porque aquí todo es suave,
pasan cosas poco interesantes,
un crimen pasional duerme en las calles,
un chisme interrumpe esquinas,
una anécdota deshace prestigios
y una democracia de votos y libertades
navega sobre dependencias.
Somos pobres con terror de pobrezas
y a veces somos ricos en sueños,
cada uno quiere casa y parcela,
nombre y renombre fáciles,
cada quien ambiciona aire,
cielo azul y patria con pan
y algo más por si acaso.
No es extraño que lo extraño
asuste un poco
y asusta mucho
que asuste tanto
el quebrar hipocresías
y el deshacer eslogans
que es una forma de ser
sin ser en realidad lo que se es.
En cierta forma igual
a cualquier tierra del mundo.
Se encumbran conceptos de patria
y la patria es simple:
un lugar donde alguien te conoce
y a lo mejor te quiere.
Aquí en esta tierra
pronto tendrás lugar,
alguien que te conozca
y a lo mejor te quiera.

Don Gerardo Bolaños escribió sobre este poema, y otras cosas, aquí.